sábado, 23-11-2024
24-25
Otra vez la República
Así como la República de Cuba no se reduce hoy a una forma de gobierno, ni podría discernirse del todo al margen del consenso, la sociedad civil, los modos de reproducción económica o la cultura política, tampoco los órdenes republicanos sucedidos entre 1902 y 1959 se restringen a sus regímenes políticos, ni pueden comprenderse si se soslaya la configuración de fuerzas sociales que los articularon, los espacios existentes en su interior donde surgieron-frente a la opresión y la frustración de los proyectos de soberanía y justicia social- representaciones políticas y culturales alternativas de la propia república, y se generaron, a fin de cuentas, los actores y movimientos sociales que harían posibles y explicables —no solo como negaciones, sino también como continuidades— la revolución y la república actual. Superar el mero escrutinio de sus numerosos déficits y la fragmentaria apología de sus realizaciones puntuales parece ser el motivo común de nuevas visiones que hoy los interrogan desde perspectivas beneficiadas por la distancia histórica, el conocimiento ecuánime y la riqueza crítica e interpretativa.
Los ensayos de esta entrega de Temas —complementarios de la anterior— arrojan esa otra luz sobre un período crucial en la historia de Cuba, vivo en nuestra cultura, en nuestro propio modo de pensar y de hacer, al que nos une la necesidad de un diálogo abierto, recurrente.
Enfoque
El Dr. Eusebio Leal Spengler, historiador de la Ciudad de La Habana, concedió esta entrevista —especialmente para este número de Temas— al periodista Pedro Martínez Pírez, miembro de nuestro Consejo Editorial.
(El presente texto se corresponde sustancialmente con la ponencia presentada por el autor a la Conferencia A cien años del 98; España, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, celebrada en la Universidad de Salamanca, en octubre de 1999)
“Aun cuando decidiésemos postergar la polémica sobre el momento más apropiado para fijar el término de nuestro lapso secular, no sería difícil admitir que en Cuba este se adelanta a la convención cronológica: el siglo cubano comienza exactamente en 1898. Mucho de lo ocurrido en la Isla durante el siglo que despedimos parece haber tenido su inicio en aquel año. Tanto las consecuencias directas de la guerra, como los problemas presentes en la posterior trayectoria económica del país, tienen una diáfana expresión en los avatares del azúcar, protagonista ineludible del acontecer económico en la mayor de las Antillas. El comportamiento de la producción azucarera y el papel que esta ha desempeñado a lo largo de cien años de transformaciones estructurales, cambiantes condiciones comerciales, variaciones en la dotación de factores productivos y otras incidencias, constituye el objeto de las páginas que siguen…”
“Cuando, el 21 de mayo de 1912, el Partido de los Independientes de Color (PIC) —el único partido político cubano (y el primero del hemisferio occidental) basado explícitamente en la raza—, inició una rebelión armada, los diarios la calificaron de brote: el comienzo o la aparición de algo nuevo. ¿Pero qué había realmente de nuevo en que el PIC protestara contra la Enmienda Morúa a la Constitución de Cuba, una medida legislativa que, dos años antes, lo había decretado ilegal?...”
“Este trabajo tiene dos motivaciones diferentes entre sí, y quizás complementarias. La primera es vivencial: mis recuerdos de niño y adolescente acerca de lo que podría llamarse el arsenal simbólico del nacionalismo. Nuestra educación cívica se forjaba con ayuda de la narración y la exaltación de las luchas revolucionarias por la independencia. Mi otra fuente de motivación es el enorme avance de los estudios historiográficos en las últimas décadas. A su luz, la cuestión de la evolución histórica del nacionalismo cubano se tornó un tema favorecido y hoy es tema de aportes variados y, por fortuna, de debates. Mi pretensión es analizar dos libros escritos durante aquel período, aunque sumamente distantes uno del otro, y hacer algunos comentarios sobre el contenido y las funciones, las incongruencias, tensiones y contradicciones afrontadas por el nacionalismo para ser eficaz como cemento de la construcción nacional en el momento histórico más cercano a aquella: la primera República cubana…”
“El trotskismo en Cuba tiene los antecedentes directos en la existencia de una corriente discrepante dentro del Partido Comunista, que surgió en 1931, y en su desarrollo muy pronto recibió la influencia de la oposición de Izquierda Internacional. A finales de 1930 se inició un reajuste de la línea estratégica y táctica del Partido Comunista de Cuba (PC), sobre la base de los acuerdos del XII Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista y de las orientaciones recibidas de su Buró del Caribe. Tal reorientación apuntaba a ampliar el radio de acción del Partido a todo el país, orientar su trabajo hacia los sectores más importantes de la clase obrera (especialmente el azucarero), el campesinado y la pequeña burguesía, y a corregir los errores de sectarismo; además, redefinía su concepción sobre el carácter de la revolución, hasta esos momentos calificada como proletaria y que ahora era denominada agraria y antimperialista…”
“La desarticulación social marcó a la joven República cubana. Los hacendados apenas tenían otro recurso que confiar la reconstrucción económica del país al capital extranjero. La consolidación y expansión de los intereses españoles también limitó las oportunidades cubanas en el comercio, la industria y las actividades profesionales. Las diferencias nacionales y raciales dividieron a las clases populares. El desempleo, el subempleo y los bajos salarios acompañaron a la expansión del capital extranjero. El malestar de los trabajadores amenazó el orden, de manera que los primeros gobiernos debieron intentar mantener un entorno favorable a las inversiones extranjeras para evitar la intervención norteamericana. Contener a las clases populares se convirtió en la razón sine qua non de la joven República…”
“Fulgencio Batista y Zaldívar desempeñó un protagonismo cardinal en el proceso histórico cubano durante el cuarto de siglo que transcurrió entre el 4 de septiembre de 1933 y el Primero de enero de 1959. Los objetivos supremos y los hilos conductores de su trayectoria fueron la satisfacción de sus ambiciones de poder, de promoción social, de dinero y de reconocimiento público. Para saciar su codicia, respetó muy pocas cosas. Ningún valor o principio ético, moral o político rigió de manera permanente su quehacer. Promovió programas y proyectos políticos y los sustituyó por otros diametralmente diferentes cuando estimó convenían a sus intereses personales. Gracias a ello, la vida pública de Fulgencio Batista se dividió en disímiles etapas vinculadas entre sí por el denominador común de sus apetencias espurias. El saldo fue fructífero para él y nefasto para la nación y el pueblo cubanos…”
“Una de las repetidas «verdades» que circula, por lo menos por esta orilla floridana del Estrecho, es que Cuba nunca fue «país de emigración». La historia de la emigración cubana, desde el siglo XIX hasta el presente, se percibe como una manifestación de las condiciones o trastornos políticos en la Isla, que obligaron a personas a abandonar el país y crearon una serie de «destierros» o «exilios», como usualmente nos referimos a esas emigraciones. Esa interpretación de la historia migratoria cubana como una serie de «destierros» con móviles políticos, tiene una cierta base en la realidad objetiva, sobre todo si nos limitamos al flujo más importante: el que se ha encaminado a los Estados Unidos…”
“Entre el decenio de los años 20 y principios de los 40, las presiones combinadas de la movilización de masas, la revolución, la crisis económica y la amenaza de intervención de los Estados Unidos obligaron a los políticos cubanos, de todo el espectro ideológico, a aceptar a las clases populares como un factor en la política nacional e internacional. En 1920, una pequeña y poderosa oligarquía tenía una gran ascendencia sobre la política nacional, y la idea de que el Estado pudiera ser «popular» constituía una maldición para los grupos hegemónicos. Sin embargo, a principios del decenio de los 30, la protesta social de las clases populares se hizo tan general que los mecanismos de control político y social establecidos dejaron de funcionar. En aquel momento, la forma de incorporar a «las masas» al proceso político, en modo alguno resultaba evidente. Una cosa era que las élites políticas reconocieran que los sectores populares constituían una fuerza que era menester tomar en cuenta, y otra muy distinta crear instituciones políticas y discursos nuevos capaces de utilizar esa energía…”
El texto repasa, desde una perspectiva histórica, las tendencias del pensamiento cubano y su evolución durante los casi 57 años de República burguesa. “Pero emprender un recorrido por los escabrosos senderos de las tendencias intelectuales e ideológicas no marxistas más significativas para el desarrollo de la cultura y la conciencia nacionales, en los años de vida de la República mediatizada, entraña siempre el riesgo de hacer valoraciones absolutas o esquemáticas sobre el papel desempeñado por los portadores materiales de esas tendencias: los pensadores. Sobre todo, porque esta excursión por las ideas en la Cuba neocolonial tiene lugar a 40 años de su disolución efectiva por medio de una revolución triunfante que logró, por primera vez en nuestra historia, la soberanía plena de la nación e instauró niveles de igualdad y justicia social, insospechados hasta ese momento, en el territorio insular...”
Aun cuando la investigación sociológica comenzó en Cuba hace apenas cien años, tiene, sin embargo, antecedentes en las obras de algunos pensadores filosóficos o estudiosos de problemas socioculturales de finales del siglo XVIII y la mitad inicial del XIX. Temas agradece a Maritza García Alonso, compañera del destacado investigador Rolando Zamora, prematuramente desaparecido, este texto suyo inédito que nos satisface poder publicar.
“Si bien durante el siglo XIX se habían producido considerables mejoras, estas no eran suficientes para considerar como buena la situación de la Isla, particularmente después de una guerra en la que ambas partes habían sufrido un considerable desgaste: la agricultura se había deteriorado, la economía se encontraba estancada y las necesidades mínimas generales de la mayoría de la población estaban insatisfechas. El gobierno español había promovido desde los años 20 de ese siglo, la inmigración extranjera, ya de por sí considerable, a la que se había unido la intensa corriente migratoria del campo a la ciudad. Esta gran cantidad de nuevos residentes en las ciudades —y en particular en La Habana— agudizaba la precaria situación en todo sentido, pero también constituía una considerable mano de obra, lista para emprender la reconstrucción…”
“Al inicio del siglo XX, había una gran cantidad de géneros de música para distintos usos y ambientes, reconocidos internacionalmente, sobre todo los relacionados con la «madre patria», hacia donde habían regresado géneros cristalizados —como la habanera y el punto de La Habana— cuando no los anteriores fandango, petenera, chacona y zarabanda. Aquellos cantes de ida y vuelta, también sufrieron transculturaciones en ambas orillas y definieron características propias. La tradición oral, así como la trasmisión directa por la lectura de partituras, había permitido una verdadera promoción y auge de la música cubana, y fueron los medios masivos —primero el disco y luego la radio— sus iniciales divulgadores en América Latina, los Estados Unidos, España y otros países europeos. Durante todo el siglo XX se produce un amplio y constante proceso de transculturación en la música cubana, con un auge y expansión inusitados del nuevo producto cultural obtenido…”
“El melodrama cinematográfico cubano hunde sus raíces en el período del cine silente y por tanto debemos referirnos a ella si queremos profundizar en el estudio de este género en la Isla. A esta primera dificultad se añade el hecho de que es sumamente difícil hacer demasiadas generalizaciones en torno a un cine que no alcanzó los niveles de desarrollo logrados en otros países de América Latina. Sin embargo, es curioso observar cómo existen antecedentes, en una fecha tan temprana como la primera década del siglo XX, de un esfuerzo por organizar un entendimiento de la realidad a través de las imágenes cinematográficas y legitimar modos de ser, vivencias rurales y costumbristas, o exaltación de figuras patrióticas de la entonces recién finalizada Guerra de independencia…”
“Cines de estreno, cabarés, cafeterías, restaurantes, artículos de lujo, alternaban con bancos, agencias de viaje y de automóviles, transnacionales petroleras en la zona de La Rampa, volcada hacia el Malecón, lo que facilitaba el rápido movimiento de los vehículos. Allí estaba el emporio de la radio y después de la televisión. En unas pocas cuadras se concentraba la imagen simbólica de la modernidad, una Nueva York a escala minúscula, dependiente y provinciana. Las demandas del consumo hacían olvidar el sabroso confort de los moribundos cafés de la Habana Vieja. Más allá del cine, el imperio de la visualidad se imponía en las revistas ilustradas a la manera de los seguidores de Cartier-Bresson. A la vuelta de los 50, en la microcosmópolis, en la microzona rosa, irrumpió de repente el teatro…”
(Versión de un capítulo del libro The Pride of Havana: A History of Cuban Baseball (Oxford University Press, Nueva York, 1999), enviada especialmente por el autor para este número de Temas)
“La inquietud laboral entre los jugadores y el surgimiento de una liga rival en Cuba, que retaba al circuito profesional establecido, habían creado algo de inestabilidad, y la independencia relativa de que disfrutaba la Liga Cubana en relación con el beisbol estadounidense estaba a punto de terminar. Nunca más jugarían las figuras establecidas de las ligas mayores en la pelota cubana y las estrellas del país serían esporádicamente amonestadas por eso en el futuro. De hecho, a algunas estrellas cubanas se les prohibiría jugar en Cuba, como sanción por haber jugado en México. Otros hechos, todavía desconocidos, hijos del azar, fueron que nunca más el Habana y el Almendares se verían enfrentados en una contienda como esta y nunca los patriarcas del beisbol cubano, Miguel Ángel González y Adolfo Luque, volverían a chocar en un encuentro tan trascendental como el que se iba a producir en el Gran Stadium…”
Controversia
“En los últimos años, se percibe un interés especial —no solo en Cuba— por la narrativa cubana actual. Se le dedican antologías, estudios críticos, talleres, conferencias, mesas redondas, tesis de grado, etc. Como es lógico, las opiniones sobre sus valores discursivos, temáticos; su posible carácter novedoso, sus relaciones con la tradición literaria cubana, y con el contexto social inmediato, no siempre coinciden. En esta mesa que ha convocado la revista Temas, nos interesa provocar un cambio de impresiones sobre estos aspectos y, además, sobre los factores de producción, difusión y recepción de la narrativa cubana actual. Es decir, verla no solo desde un punto de vista estrictamente artístico-literario, sino tomando en cuenta todos los elementos del sistema que la hacen posible…”
Entretemas
¿Cómo se relaciona el desarrollo científico con el contexto cultural? Intuimos que existen estas relaciones. ¿Pero podremos describirlas de manera estructurada y sistemática? ¿Nos puede ser útil esa descripción para potenciar las interacciones? ¿Tan claras como están nuestras especificidades culturales, pudieran estar algún día también nuestras especificidades en la creación científica? Estas son las preguntas que motivan las reflexiones que siguen. Van escritas en el lenguaje directo y afirmativo de las proposiciones (casi un lenguaje de laboratorio) porque pretenden iniciar discusiones, no concluirlas.
“Desde el punto de vista histórico, la «transición democrática» se ha comportado de manera coherente con los intereses del capitalismo; es un proyecto político y económico complejo, rico en experiencias nacionales y en bibliografía documental y analítica. El presente trabajo pretende incorporar algunas reflexiones acerca de la «transición democrática» como proyecto político, en general, y como variante que se promueve contra la Revolución cubana, fundamentalmente desde los Estados Unidos…”
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