El “familismo” es cada vez más contraproducente porque las mujeres han redefinido su curso de vida y los niños se han convertido en raros. Las políticas deben ser redefinidas porque las personas que más necesitan los servicios suelen ser las que menos pueden permitirse estos. La falta de apoyo a las familias puede afectar tanto a la cantidad y calidad de los niños. Si la maternidad sigue siendo incompatible con el trabajo, la fertilidad se verá afectada. Si las inversiones en los niños siguen siendo insuficientes, Europa definitivamente puede decir adiós a su sueño de convertirse en la economía del conocimiento más competitiva del mundo.